Este texto, esta cargado de melancolía, pero cada año cuando se acerca la época de carnaval me acuerdo de mi abuela Felisa, mi abuela materna. Ella para esas fechas siempre preparada una fuente enorme de flores; flores de canela y azúcar. Mi abuela enseño a mi madre y a mi tía y mi madre a mi herma y a mí. Ahora yo las hago en Caseríssima para todos vosotros. ¡Que orgullosa estaría mi abuela Felisa si viera que he trasformado su receta para que se apta para celiacos e intolerantes a la lactosa! Atentos que os cuento un poco mas sobre esta delicia.

Me recuerdo con 7 años, se que tenia esa edad porque iba a hacer la comunión, y recuerdo a mi abuela, era una mujer menuda, con poquito pelo de color gris, y una cara siempre muy alegre, de las que alegran a los demás cuando la veían, casi siempre sonriendo. Cuando faltaba una semana para el miércoles de ceniza, ella sacaba su barreño de loza, iba a comprar canela molida y azúcar blanca, que compraba al peso y sacaba su florero.

El florero es un molde metálico con forma de flor, para hacer las flores, debe estar caliente, sumergido en aceite, si es nuevo se te va a pegar la masa, pero no lo debes frotar, simplemente con tenedor tienes que empujar la masa que se ha quedado pegada, seguro que al cuarto o quinto intento el molde ya esta listo.

El florero de mi abuela ya tenia muchos usos, por eso nunca se le pegaban, le salían preciosas y riquísimas, ella tenía sus trucos, claro. Para hacer la masa cascaba los huevos en una vasija, también de loza que tenia la forma exacta para que el florero se cubriera entero con la mezcla y no se desperdiciase masa, y los batía muy bien, con un tenedor. Yo le insistía siempre en que usase unas varillas o la batidora,  pero su respuesta siempre era la misma “Con eso no se hace bien porque salen espumarajos luego”, llevaba toda la razón del mundo. Al batirlo a mano con tenedor hacia que yema y clara se mezclasen, pero sin meter aire que luego podía romper la flor.

En un cuenco color ámbar, creo que todas las abuelas tenían esta vajilla, mezclaba harina y leche, también con un tenedor. Para deshacer los gurullos decía ella. Y luego añadía la mezcla a la vasija con los huevos. Su toque personal consistía en añadir la ralladura de 4 limones, que… ¿adivina a quien le tocaba rallar? Si, si a mí, además recuerdo su rallador, era fatigoso, porque no lo podía apoyar en la vasija porque decía que se rompía, así que tenía que rayar a mano 4 limones que muchas veces estaban calvos, me refiero a esos limones que tienen la piel super lisa, y sin apoyarme en nada.

¡Ya estaba todo listo! Entonces aparecía mi madre, siempre con prisa, y empezaban a freírlas mientras yo las miraba, que bien lo hacían, mientras una las freía otra las rebozaba entre canela y azúcar y en un periquete tenían una fuente enorme de flores, que también desaparecían en un periquete.

Si de la masa salían treinta flores, mi abuela se había comido tres y mi madre siete. A mi me encantaba comerlas poco a poco, por partes. Primero me comía toda el ala exterior poquito a poco, luego separaba los pétalos formados por cuatro corazones, separaba uno lo dividía en dos, me lo comía y así con todos. Mientras yo me las comía despacio y por partes, mi padre le tiraba un bocao, así tal cual.

Si habéis llegado hasta aquí, espero que entendáis que se trata de un postre muy especial para mí. El año pasado estuve casi un mes entero haciendo pruebas, quería sacarlas, se lo debía a mi abuela.  Cuando saque la primera del molde casi se me escapa un grito ahogado, casi podía verla sonriéndome y diciéndome “eres mas terca que una mula” mientras me guiñaba un ojo.

Por eso mi empeño en mantener las tradiciones, que hemos aprendido de nuestros abuelos, tíos y padres. Debemos avanzar con el tiempo, pero sin olvidar las tradiciones.

En Caseríssima, me gusta ofrecer novedades, pero a los que me conoces y venís por el obrador, sabéis que lo que reina son los productos tradicionales, artesanos y caseros, y como yo crecí con mi abuela y mi madre adaptándome todos los postres, por mi diabetes, ahora yo los adapto para todos vosotros, para que en este mundo loco en el que vivimos ahora sigan existiendo nuestras tradiciones.

Postdata: es la primera vez que me emociono escribiendo un blog, espero que se note que me sale del alma, y prometo que no será la última

¡Hasta el próximo lunes!